El músculo más valiente
Publicadas por Les yeux noirs , viernes, 1 de julio de 2011 8:56 a.m.
Bueno, en los últimos días he estado pensando en la relación entre el amor y el corazón. Me refiero literalmente a nuestro corazón, sí, el órgano principal de nuestro sistema circulatorio, ese órgano musculoso y cónico situado en nuestra cavidad torácica y que funciona como una bomba, impulsando la sangre a todo el cuerpo. “Su tamaño es un poco mayor que el puño de su portador” leo…veo mi puño…no parece tan grande…
Para ponerme en el mood pongo el canal de baladas - posiblemente de los géneros musicales que menos disfruto - sin embargo lo estoy haciendo a manera de “experimento”. Escuchando a Sade…ahora sí, reflexiono. ¿A quién se le ocurrió que nuestro corazón era el responsable de sufrir, de enamorarnos, de emocionarnos, de conmovernos?
Me rompió el corazón.
Lo siento de todo corazón.
Vi esa escena y se me apachurró el corazón.
Te lo digo de corazón.
¡Cuánta responsabilidad para esa parte tan importante pero al mismo tiempo tan indefensa de nuestro cuerpo!...aparentemente no sólo tenemos que cuidarnos de los sustos, el colesterol, los infartos, la carne de puerco… sino que el pobre es además responsable de que lo “entreguemos” nos lo “rompan”, lo damos de aval cuando prometemos algo, juramos por él…creo que tiene más responsabilidades que el propio Jefe de Estado.
Ahora sí me pongo a investigar… ¿Existe alguna razón o fundamento científico para tenerlo chambeando tanto? – o al menos, ¿Para imputarle toooodooo lo que le imputamos?
El gran pensador francés del siglo XVII Blaise Pascal afirmaba que “el corazón tiene razones que la razón no conoce”, y los intentos de “racionalizar” los vínculos entre corazón y sentimientos están aún como en tiempos de Platón y Aristóteles: los científicos no se ponen de acuerdo.
La ciencia cada vez se decanta más por una relación directa entre el estado de ánimo de una persona y las repercusiones en su salud física. Un número importante de dolencias cardíacas tienen su origen en el estrés, la ansiedad y una actitud negativa ante la vida, lo que incide en el funcionamiento del corazón.
Muchas religiones y corrientes filosóficas recomiendan momentos de relajación y recogimiento, bien sea a través de la oración o de la meditación. Estos momentos ayudan a estabilizar la respiración y librar la mente de tensiones, con lo que se disminuye el ritmo cardíaco y con ello mejora la salud del corazón.
Los latidos de ese órgano que hemos querido convertir en morada de nuestros sentimientos son entonces los que sirven de barómetro de los estados de ánimo, de la felicidad y la tristeza, del miedo y la alegría.
Aparentemente desde el principio el hombre siente que siente con el corazón.
Decimos que el corazón nos duele cuando nos lastiman, o que se emociona cuando lo aman. ¿Será entonces que este músculo es en verdad quien actúa como termómetro para medir que tanto amor sentimos?
¿Han sentido que se les oprime el pecho de tristeza? ¿Que el corazón se les va a salir por la boca de felicidad? Yo sí.
Se entristece, se conmueve, siente que se rompe, se recupera, se enamora, se emociona, da una vuelta en el aire y vuelve a hacer todo una vez más...aparentemente no solo es incansable sino que muchas veces patea inconsciente al cerebro, le saca la lengua a la razón, se desentiende de la cordura... pierde la noción del tiempo y hasta los buenos modales.
Hay un profesional de la salud que se jacta en repetirme que tengo la característica intelectualizar lo que siento y mucho de lo que me pasa...yo le contesto que no es cierto, que en asuntos del corazón por más que crea que sé y piense que entiendo...no entiendo nada.
El corazón siempre termina haciendo locuras, se torna dulcemente inconveniente y te lleva por lugares rarísimos. Así es él, así me gusta, así trato de entenderlo y cuando no puedo hacerlo, me vuelvo su cómplice.
"Creo en el amor porque nunca estoy satisfecho, es mi salvaje corazón" Gustavo Cerati - Pulsar.
Ese travieso corazón, del que dices ser cómplice, me ha jugado varias trastadas... comparto contigo esa manera de ser, de intelectualizar todo, buscarle respuesta, acción y reacción, forma y medida a todas las situaciones, incluyendo las amorosas... y como Barthes nos decía, ese estúpido lenguaje del amor florece hasta en los más doctos, entonces, comienzas a sentirte como con ganas de cantar baladas (también comparto que no la disfruto tanto como otros tipos de música), y bueno, que te puedo decir, hasta las escenas más escandalosas y ridículas de celos han sido las películas en la que este divo que te escribe, ha sido protagonista... Recuerdo las cosas y tonterías que este músculo me ha hecho decir, en contra de mi voluntad, y me río... como quien se acuerda de una borrachera. Aún así, seguimos queriendo a ese estúpido y sensual corazón que guardamos en el pecho... un beso amiga, directo desde el corazón....!